Propósito

Comentarios, críticas, reseñas, opiniones y datos curiosos sobre las películas, series y caricaturas que de alguna manera me han valido la pena para elogios, burlas, inspiración, berrinches ó admiración.

domingo, 19 de julio de 2009

Harry Potter and the Half-Blood Prince


Gran decepción. Es lo que puedo decir. Luego de las atrocidades cometidas en la Órden del Fénix, David Yates vuelve a las andadas para la entrega de la que quizás sea la más mediocre realización en la saga del mago.
No me considero fan de las películas como tal, por lo tanto nunca me ha indignado mucho que omitan tal o cual cosa - que escalaron en número conforme los libros se fueron engrosando -, salvo aquellas que sí aportan a la trama y la realización. A Cuarón se la pasé cuando omitió los orígenes del Mapa del Merodeador y la razón de ser del patronus de Harry. A Mike Newell se la pasé cuando omitió por completo la jugada en la Copa de Quidditch, y a David Yates cuando omitió... bueno no, a David Yates no le perdoné ningún error. ¿Por qué? Primeramente, por convertir la muerte de Sirius Black en un hecho de la vida cotidiana, sin emoción ni trascendencia. Sirius muere, Harry grita, y todo se olvida para dar entrada al duelo entre Voldemort y Harry. Ilusamente, pensé que no se podía cometer tal error de nuevo.

Y no sólo se cometió, sino que se agrandó con premeditación, alevosía y ventaja. Vamos, si en la reseña anterior pensé que hacían las cosas a propósito, con David Yates ya sé que sí son adrede.
Esta vez los fans sólo criticaremos la ausencia de la batalla final, luego de una insípida e intransigente muerte, aún más que la de Sirius, y un raquítico y rancio "homenaje" con luces. Pero antes de todo, vamos con la sinopsis.

Harry Potter es un adolescente normal que gusta leer periódicos raros, en donde él forma parte de los titulares desde hace un año. Ama los trenes, y gusta de viajar en ellos tan a menudo como puede, sin importarle que su cabeza tenga precio. Entonces, una tarde, luego de haber quedado en salir con una simpática mesera, se encuentra con un anciano de largas barbas, que se aparece en el andén de enfrente. Al parecer, Harry lo conoce, y decide acompañarlo.

Eso bien podría ser la premisa de una historia completamente distinta, como el spin-off de Evangelion en donde sólo había armas en lugar de EVAs. Bueno, pues después de una introducción en donde el Millenium Bridge es colapsado por los Death Eaters, se nos presenta ese inusual extracto de la vida de Potter, en donde, junto a Albus Dumbledore, se marchan a reclutar a un antiguo amigo y colega de éste último, con el fin de convencerlo para retomar su puesto como profesor en Hogwarts. En ese momento, se le da un vistazo a lo que será el transporte necesario en la séptima parte de la saga: la Aparición. Debo destacar que este elemento podría haber sido tomado en cuenta dentro de la trama, y de hecho se vería como una pieza sólida en un trabajo de Colombus o Cuarón, ellos sí sabían introducir las clases dentro de la cinta, no como Yates.

Saltando la insípida descripción de la Aparición, ambos entran en una casa a conocer a Horace Slughorn, interpretado por ZIDLER!!! Sí, el carismático maestro de ceremonias de Moulin Rouge!!! Oh... que genial!!! Amo el "shushushu" que hace cuando da vueltas mientras le explica la obra de teatro al inversionista. Harry logra convencer a un reticente Slughorn de aceptar el puesto en Hogwarts simplemente con mirar las fotografías, poner cara de huérfano bueno y dejar que el señor saque todas las conjeturas.


De ahí, Dumbledore avienta a Harry en un pantano cercano a la Madriguera, en donde una forzadísima Ginny lo espera ansiosa (si eso es lo que se puede apreciar tras su plástica e inexpresiva cara). Después de unas escenas aburridas, vamos a la tienda de los hermanos Weasley, la única que permanece abierta en el sombrío Callejón Diagón. Ahí, la dizque paranoia de Harry con Malfoy comienza a burbujear, al verlo entrar a Borgin & Burkes, una tienda con artículos relacionados con la magia negra, introducida en La Cámara Secreta y usada recurrentemente en pedacitos de cada novela, ahorrándole el trabajo a Yates de hacer la presentación.

Luego de ver una especie de prisma rectangulaer color negro, y una extraña fascinación de Malfoy por el objeto, Fenrir Greyback hace su primera aparición cerrando las cortinas (sí, atemorizante) de la tienda. Ya después vienen los preparativos para regresar a Hogwarts y se introduce la secuencia en donde Harry escucha los "planes" de Malfoy sobre no regresar a la escuela el próximo año, y accidentalmente es descubierto por el güerillo, quien hace uso de su malicia al romperle la nariz de una patada, dejarlo petrificado y cubierto con la capa invisible para devolverlo a Londres. Afortunadamente, la siempre útil Luna Lovegood llega con sus lentes especiales para ver (introducir nombre raro), y así descubre a Harry. Gracias Yates por desaparecer a Tonks de la primera de dos escenas relevantes que tenía en el libro, y en donde se evidenciaba el inicio de una relación con Lupin.

Ya en Hogwarts, todo se va para abajo. Una vez más, las intervenciones de Zidler salvan la aburridísima trama que se gesta en torno a la vida escolar. El Quidditch vuelve, trayendo consigo a la odiosísima Lavender Brown (Jessie Cave), que logra encelar a una Hermione en una o dos divertidas escenas (obviamente hay muchísimas más, pero resultan tediosas y ñoñas).
Y la obsesión y suspenso de Harry hacia Malfoy queda relegada por las bromas en torno a Ron y Lavender, apretándose todo con los vagos recuerdos de Voldemort y la búsqueda de la memoria de Slughorn, sin olvidar sus reuniones y fiestas y el único partido de Quidditch que se juega en el año escolar.

Luego de haber hecho pausa en el género de comedia romántica, los hechizos en forma de rayitos y lucecitas vuelven a surgir, en una ridícula e innecesaria escena que únicamente pretende recordarle a la audiencia que Voldemort sigue amasando su ejército de Death Eaters, aunque siempre mande a los mismos tres chalanes a hacer su labor (Bellatrix, Greyback, y no recuerdo quien más, de lo intrascendente que resulta ser). En fin, aquí se muestra la gran falta de una correa de castigo para Harry, quien sin más, sale disparado como perro en celo atrás de la asesina de Sirius, haciendo caso omiso a los "enamorados" Lupin y Tonks. La babosa de Ginny sale tras él, y se enfrentan en uno de esos emocionantes duelos en donde aparecen pequeños rayos de color blanco, sin que nadie arroje un hechizo, dejando que el espectador adivine qué maldito conjuro es el que están usando. Viéndose vencidos por los alumnos, los temibles Death Eaters se van en sus clásicas nubes de humo, no sin antes echarle unas llamaradas a la casa de los Weasly (The Burrow, o La Madriguera), para que todos, olvidándose de sus varitas y la capacidad para conjurar agua, se queden viendo cómo su patrimonio queda reducido a cenizas.

Luego de mostrar lo horrible que los Death Eaters pueden ser, la comedia romántica resurge hasta que el libro del Príncipe Mestizo cobra importancia. Ah sí, porque durante toda la película se puede notar como muy por abajo del agua, casi subjetivamente, Harry siempre se mantuvo obsesionado con el libro. Pero vamos, no basta con que aquí y allá se salpiquen las advertencias contra el libro, se tiene que ver, que palpar, y en ningún momento se vuelve sólido dicho mensaje.

En fin, sucede el funeral de una reducida Aragog, que finalmente es enterrada del tamaño de un elefante bebé, y Harry consigue el recuerdo de Slughorn para descubrir el secreto de la aparente inmortalidad de Voldemort. Resulta que sus Horcruxes deben ser encontrados y destruidos antes de poderle disparar... un Avada Kedavra, por supuesto. De esta manera, entra la famosa escena de la cueva, tal vez la única que valga la pena en toda la película, de no ser porque la llamarada convocada por Dumbledore prefiere actuar como barrera para dejar a los Inferi al alcance de los magos, que al revés. Bueno, no se puede pedir mucho, y esa pequeña dosis de acción resulta un excelente calentamiento para lo que se aproxima.

Dumbledore queda medio loco y debilitado por los sucesos de la cueva, y ambos regresan a Hogwarts para descubrir que algo anda mal... por lo que Dumbledore le pide a Harry que se esconda en el piso de abajo (parece que el sí uso su correa de castigo en el muchacho). Al final de cuentas, cuando Snape le da el golpe de gracia, empieza otro silencio (como el de Sirius), mientras Dumbly cae por la torre hasta chocar contra el piso. Y... nada, no pasa nada.

Salvo un poco de destrucción por parte de la Lestrange, el resto del "escape" se hace en silencio, en fila india y completamente en orden, vamos hasta parece que Snape los puso a "guardar distancia por tiempos". El único que decide perseguirlos es Potter, pero se ve imposibilitado ante el talento y poder de Snape. El pérfido le revela que él es el Príncipe Mestizo antes de marcharse, y Harry se queda anodadado.

Finalmente, se da la alarma y todos los alumnos salen a ver el cadáver de Dumbly, que yace en uno de los patios. Llorando, revelan un "homenaje" con sus varitas, despejando la Marca Tenebrosa que se impuso al asesinar a Albus. Así, la batalla y el funeral se omiten de una historia que marcaba a éstos como puntos clave dentro de su estructura. Sin ellos, el suspenso abierto para Las Reliquias de la Muerte se queda incompleto, insípido, al igual que el resto de la película.

domingo, 12 de julio de 2009

El Libro de Piedra

Tiene ya unas semanas que vi este bodrio, y la espera fue buena porque sirvió para atenuar mi coraje e indignación, elevados exponencialmente después de haber presenciado semejante atrocidad.
Yo, como defensor del cine mexicano, pugno por ver cine nacional tan a menudo como los conglomerados Cinépolis, Cinemark y MM Cinemas me lo permiten, pero vamos, uno se queda sin argumentos con este tipo de películas, tan malas como el cáncer, tan mediocres como la actual Selección Mexicana y el sector cultural del ayuntamiento de Benito Juárez. Y aún falta vociferar contra aquellos que encontraron los medios para financiar este proyecto estudiantil con estrellas nacionales que ni me importan.
Creo que lo únco rescatable es el CGI de los créditos iniciales... después de eso uno fácilmente puede salirse sin perderse nada interesante. Al principio pensé en ser flexible porque el cine mexicano de terror de los últimos años no ha sido el mejor... (Kilómetro 31 hizo un trabajo decente en efectos especiales, pero se la jalaron con el final), pero vamos creo que se pudo haber hecho un mínimo esfuerzo por asustar al espectador.
Como no vi Cañitas... presencia ni Hasta el Viento Tiene Miedo, no puedo sacar referencias buenas del director, lo que es una verdadera calamidad porque ya lo taché en mi lista de fracasados.
¿Qué pensaba, que usar el mismo guión y añadirle carros de lujo y fotografía asquerosa iba a aumentar la tensión y el miedo en la película? ¿O que Ludwica Paletta iba a rescatar las mediocres actuaciones (mis elogios para los niños, que fueron los únicos que no me provocaron arranques suicidas), con su cara de huelo-a-popó y su aire de reina de belleza?
Por Dios que pasaba por la mente del director cuando decidió que lo mejor para la película era quemar las tomas en exteriores?
No, no, no, estoy tan indignado en que se gaste dinero haciendo estas mediocridades, ni siquiera aportan algo, ALGO, a la historia o al lenguaje, vamos se arruina todo con babosadas así.
Y seguro, como no se hizo una en sustos con la imagen, se recurre al audio (que involuntariamente provoca un brinco), pero ni siquiera es un audio inteligente, como El Exorcista, no.... son coritos mal nivelados de monjes gregorianos que hasta parece que van a salir en tercer plano cantando... y para el suspenso, una mujer que no deja de aullar, así estén desayunando tranquilamente, el suspenso debe aparecer por algún lado, la tensión tiene que existir.
Sin más comentarios, me despido advirtiendo que esta es una película que debe evitarse a toda costa.

miércoles, 8 de julio de 2009

Transformers: Revenge of the Fallen

Bah, desde el título se puede notar la ambigüedad de su interpretación. Revenge of the Fallen se refiere tanto a los Decepticons como al propio Fallen, uno de los primeros Prime que se rebeló contra sus hermanos, al querer absorber la energía del Sol para crear Energom, y por lo cual fue castigado y bautizado como "The Fallen".
Bueno, esa es toda la trama rescatable en la secuela del hitazo veraniego "Transformers", película Live Action que se basó en la serie creada a partir de los juguetes de Hasbro, que fueron lanzados en la ya lejana década de los ochenta. A pesar de los números en taquilla, esta primera película no fue del completo agrado de los fans, por lo que Michael Bay, el director que ama los slow motions, las tomas quemadas y los atardeceres, se concentró en dos problemas fundamentales de la primera entrega: el tiempo en pantalla de los Transformers y las batallas entre éstos.
Así que, ni tardo ni perezoso, encargó a los escritores nuevos robots y mejores batallas. Por ello, se decidió quitarles el halo de indestructibilidad del que fueron dotados en la primera parte, y ahora pueden morir con cualquier impacto y golpe hacia sus partes vitales.
Con la incursión de nuevos personajes en ambos bandos, uno espera al menos una introducción decente, en lugar de presentarlos mientras combaten a los Decepticons en un emocionante arranque. Además, presentan con biombos y platillos a Sideswipe, para después desaparecerlo hasta el final de la cinta. Las motitos, cuyos nombres jamás se me pegaron, hacen lo mismo, además de mostrarse bastante débiles en la batalla final.
La historia no es lo mejor que se haya podido hacer, pero teje decentemente las centenas de secuencias de acción que se despliegan continuamente. Eso significa que es mejor sentarse y admirar el gran trabajo en efectos visuales que disfrutar de una historia hueca, con actuaciones entre graciosas y patéticas, y un guión que abusa del absurdo en los personajes, hasta el punto de plasmarlos como parodias de alguna caricatura que aún no se inventa.
Como ejemplos están los Autobots gemelos, Mudflap y... no se cómo se llama el otro, pero no importa, nunca se llaman por sus nombres, pues están demasiado ocupados en insultarse como "niggas". También destaca el mayordomo del Señor Deeds, que ahora trabaja vendiendo carnes en algún establecimiento oriental de un barrio oriental de por ahí (sí mencionan la ciudad, pero realmente no importa, como muchos aspectos de la trama), y que resulta serles útil como único creyente en la teoría de que los Transformers llevan mucho tiempo entre nosotros. De esta manera, los personajes hartantes no dejan de hacer su aparición, con la únca convicción (aparentemente) de hartar al espectador. La primera parte tenía a la rubia esa (que debió quedarse callada) y a ese regordete que sale en todas las malas parodias en lo que mejor sabe hacer: clichés afroamericanos.
Esta secuela es otra que sufre de un ritmo tremendamente acelerado en el aspecto narrativo, al punto que parece ser un mal necesario para hilar todas las secuencias de acción. Vamos, explicaciones sobre el Energom son triviales, y los diálogos sólo aportan el conocimiento necesario.
Steve Jablonsky destaca en la música una vez más, desatando todo el "Bay Style" en las escenas y secuencias de acción, y parecer ser que tanto pegó "What I've Done" en la primera entrega, que ahora Linkin Park no sólo presenta la rola insignia, sino que hasta le echan una manita al score de la película. El efecto, toques roquerones para agudizar el efecto dramático, siempre funciona.