Gran decepción. Es lo que puedo decir. Luego de las atrocidades cometidas en la Órden del Fénix, David Yates vuelve a las andadas para la entrega de la que quizás sea la más mediocre realización en la saga del mago.
No me considero fan de las películas como tal, por lo tanto nunca me ha indignado mucho que omitan tal o cual cosa - que escalaron en número conforme los libros se fueron engrosando -, salvo aquellas que sí aportan a la trama y la realización. A Cuarón se la pasé cuando omitió los orígenes del Mapa del Merodeador y la razón de ser del patronus de Harry. A Mike Newell se la pasé cuando omitió por completo la jugada en la Copa de Quidditch, y a David Yates cuando omitió... bueno no, a David Yates no le perdoné ningún error. ¿Por qué? Primeramente, por convertir la muerte de Sirius Black en un hecho de la vida cotidiana, sin emoción ni trascendencia. Sirius muere, Harry grita, y todo se olvida para dar entrada al duelo entre Voldemort y Harry. Ilusamente, pensé que no se podía cometer tal error de nuevo.
Y no sólo se cometió, sino que se agrandó con premeditación, alevosía y ventaja. Vamos, si en la reseña anterior pensé que hacían las cosas a propósito, con David Yates ya sé que sí son adrede.Esta vez los fans sólo criticaremos la ausencia de la batalla final, luego de una insípida e intransigente muerte, aún más que la de Sirius, y un raquítico y rancio "homenaje" con luces. Pero antes de todo, vamos con la sinopsis.
Harry Potter es un adolescente normal que gusta leer periódicos raros, en donde él forma parte de los titulares desde hace un año. Ama los trenes, y gusta de viajar en ellos tan a menudo como puede, sin importarle que su cabeza tenga precio. Entonces, una tarde, luego de haber quedado en salir con una simpática mesera, se encuentra con un anciano de largas barbas, que se aparece en el andén de enfrente. Al parecer, Harry lo conoce, y decide acompañarlo.
Eso bien podría ser la premisa de una historia completamente distinta, como el spin-off de Evangelion en donde sólo había armas en lugar de EVAs. Bueno, pues después de una introducción en donde el Millenium Bridge es colapsado por los Death Eaters, se nos presenta ese inusual extracto de la vida de Potter, en donde, junto a Albus Dumbledore, se marchan a reclutar a un antiguo amigo y colega de éste último, con el fin de convencerlo para retomar su puesto como profesor en Hogwarts. En ese momento, se le da un vistazo a lo que será el transporte necesario en la séptima parte de la saga: la Aparición. Debo destacar que este elemento podría haber sido tomado en cuenta dentro de la trama, y de hecho se vería como una pieza sólida en un trabajo de Colombus o Cuarón, ellos sí sabían introducir las clases dentro de la cinta, no como Yates.
Saltando la insípida descripción de la Aparición, ambos entran en una casa a conocer a Horace Slughorn, interpretado por ZIDLER!!! Sí, el carismático maestro de ceremonias de Moulin Rouge!!! Oh... que genial!!! Amo el "shushushu" que hace cuando da vueltas mientras le explica la obra de teatro al inversionista. Harry logra convencer a un reticente Slughorn de aceptar el puesto en Hogwarts simplemente con mirar las fotografías, poner cara de huérfano bueno y dejar que el señor saque todas las conjeturas.
De ahí, Dumbledore avienta a Harry en un pantano cercano a la Madriguera, en donde una forzadísima Ginny lo espera ansiosa (si eso es lo que se puede apreciar tras su plástica e inexpresiva cara). Después de unas escenas aburridas, vamos a la tienda de los hermanos Weasley, la única que permanece abierta en el sombrío Callejón Diagón. Ahí, la dizque paranoia de Harry con Malfoy comienza a burbujear, al verlo entrar a Borgin & Burkes, una tienda con artículos relacionados con la magia negra, introducida en La Cámara Secreta y usada recurrentemente en pedacitos de cada novela, ahorrándole el trabajo a Yates de hacer la presentación.
Luego de ver una especie de prisma rectangulaer color negro, y una extraña fascinación de Malfoy por el objeto, Fenrir Greyback hace su primera aparición cerrando las cortinas (sí, atemorizante) de la tienda. Ya después vienen los preparativos para regresar a Hogwarts y se introduce la secuencia en donde Harry escucha los "planes" de Malfoy sobre no regresar a la escuela el próximo año, y accidentalmente es descubierto por el güerillo, quien hace uso de su malicia al romperle la nariz de una patada, dejarlo petrificado y cubierto con la capa invisible para devolverlo a Londres. Afortunadamente, la siempre útil Luna Lovegood llega con sus lentes especiales para ver (introducir nombre raro), y así descubre a Harry. Gracias Yates por desaparecer a Tonks de la primera de dos escenas relevantes que tenía en el libro, y en donde se evidenciaba el inicio de una relación con Lupin.
Ya en Hogwarts, todo se va para abajo. Una vez más, las intervenciones de Zidler salvan la aburridísima trama que se gesta en torno a la vida escolar. El Quidditch vuelve, trayendo consigo a la odiosísima Lavender Brown (Jessie Cave), que logra encelar a una Hermione en una o dos divertidas escenas (obviamente hay muchísimas más, pero resultan tediosas y ñoñas).
Y la obsesión y suspenso de Harry hacia Malfoy queda relegada por las bromas en torno a Ron y Lavender, apretándose todo con los vagos recuerdos de Voldemort y la búsqueda de la memoria de Slughorn, sin olvidar sus reuniones y fiestas y el único partido de Quidditch que se juega en el año escolar.
Luego de ver una especie de prisma rectangulaer color negro, y una extraña fascinación de Malfoy por el objeto, Fenrir Greyback hace su primera aparición cerrando las cortinas (sí, atemorizante) de la tienda. Ya después vienen los preparativos para regresar a Hogwarts y se introduce la secuencia en donde Harry escucha los "planes" de Malfoy sobre no regresar a la escuela el próximo año, y accidentalmente es descubierto por el güerillo, quien hace uso de su malicia al romperle la nariz de una patada, dejarlo petrificado y cubierto con la capa invisible para devolverlo a Londres. Afortunadamente, la siempre útil Luna Lovegood llega con sus lentes especiales para ver (introducir nombre raro), y así descubre a Harry. Gracias Yates por desaparecer a Tonks de la primera de dos escenas relevantes que tenía en el libro, y en donde se evidenciaba el inicio de una relación con Lupin.
Ya en Hogwarts, todo se va para abajo. Una vez más, las intervenciones de Zidler salvan la aburridísima trama que se gesta en torno a la vida escolar. El Quidditch vuelve, trayendo consigo a la odiosísima Lavender Brown (Jessie Cave), que logra encelar a una Hermione en una o dos divertidas escenas (obviamente hay muchísimas más, pero resultan tediosas y ñoñas).
Y la obsesión y suspenso de Harry hacia Malfoy queda relegada por las bromas en torno a Ron y Lavender, apretándose todo con los vagos recuerdos de Voldemort y la búsqueda de la memoria de Slughorn, sin olvidar sus reuniones y fiestas y el único partido de Quidditch que se juega en el año escolar.
Luego de haber hecho pausa en el género de comedia romántica, los hechizos en forma de rayitos y lucecitas vuelven a surgir, en una ridícula e innecesaria escena que únicamente pretende recordarle a la audiencia que Voldemort sigue amasando su ejército de Death Eaters, aunque siempre mande a los mismos tres chalanes a hacer su labor (Bellatrix, Greyback, y no recuerdo quien más, de lo intrascendente que resulta ser). En fin, aquí se muestra la gran falta de una correa de castigo para Harry, quien sin más, sale disparado como perro en celo atrás de la asesina de Sirius, haciendo caso omiso a los "enamorados" Lupin y Tonks. La babosa de Ginny sale tras él, y se enfrentan en uno de esos emocionantes duelos en donde aparecen pequeños rayos de color blanco, sin que nadie arroje un hechizo, dejando que el espectador adivine qué maldito conjuro es el que están usando. Viéndose vencidos por los alumnos, los temibles Death Eaters se van en sus clásicas nubes de humo, no sin antes echarle unas llamaradas a la casa de los Weasly (The Burrow, o La Madriguera), para que todos, olvidándose de sus varitas y la capacidad para conjurar agua, se queden viendo cómo su patrimonio queda reducido a cenizas.
Luego de mostrar lo horrible que los Death Eaters pueden ser, la comedia romántica resurge hasta que el libro del Príncipe Mestizo cobra importancia. Ah sí, porque durante toda la película se puede notar como muy por abajo del agua, casi subjetivamente, Harry siempre se mantuvo obsesionado con el libro. Pero vamos, no basta con que aquí y allá se salpiquen las advertencias contra el libro, se tiene que ver, que palpar, y en ningún momento se vuelve sólido dicho mensaje.
En fin, sucede el funeral de una reducida Aragog, que finalmente es enterrada del tamaño de un elefante bebé, y Harry consigue el recuerdo de Slughorn para descubrir el secreto de la aparente inmortalidad de Voldemort. Resulta que sus Horcruxes deben ser encontrados y destruidos antes de poderle disparar... un Avada Kedavra, por supuesto. De esta manera, entra la famosa escena de la cueva, tal vez la única que valga la pena en toda la película, de no ser porque la llamarada convocada por Dumbledore prefiere actuar como barrera para dejar a los Inferi al alcance de los magos, que al revés. Bueno, no se puede pedir mucho, y esa pequeña dosis de acción resulta un excelente calentamiento para lo que se aproxima.
Dumbledore queda medio loco y debilitado por los sucesos de la cueva, y ambos regresan a Hogwarts para descubrir que algo anda mal... por lo que Dumbledore le pide a Harry que se esconda en el piso de abajo (parece que el sí uso su correa de castigo en el muchacho). Al final de cuentas, cuando Snape le da el golpe de gracia, empieza otro silencio (como el de Sirius), mientras Dumbly cae por la torre hasta chocar contra el piso. Y... nada, no pasa nada.
Salvo un poco de destrucción por parte de la Lestrange, el resto del "escape" se hace en silencio, en fila india y completamente en orden, vamos hasta parece que Snape los puso a "guardar distancia por tiempos". El único que decide perseguirlos es Potter, pero se ve imposibilitado ante el talento y poder de Snape. El pérfido le revela que él es el Príncipe Mestizo antes de marcharse, y Harry se queda anodadado.
Finalmente, se da la alarma y todos los alumnos salen a ver el cadáver de Dumbly, que yace en uno de los patios. Llorando, revelan un "homenaje" con sus varitas, despejando la Marca Tenebrosa que se impuso al asesinar a Albus. Así, la batalla y el funeral se omiten de una historia que marcaba a éstos como puntos clave dentro de su estructura. Sin ellos, el suspenso abierto para Las Reliquias de la Muerte se queda incompleto, insípido, al igual que el resto de la película.
Luego de mostrar lo horrible que los Death Eaters pueden ser, la comedia romántica resurge hasta que el libro del Príncipe Mestizo cobra importancia. Ah sí, porque durante toda la película se puede notar como muy por abajo del agua, casi subjetivamente, Harry siempre se mantuvo obsesionado con el libro. Pero vamos, no basta con que aquí y allá se salpiquen las advertencias contra el libro, se tiene que ver, que palpar, y en ningún momento se vuelve sólido dicho mensaje.
En fin, sucede el funeral de una reducida Aragog, que finalmente es enterrada del tamaño de un elefante bebé, y Harry consigue el recuerdo de Slughorn para descubrir el secreto de la aparente inmortalidad de Voldemort. Resulta que sus Horcruxes deben ser encontrados y destruidos antes de poderle disparar... un Avada Kedavra, por supuesto. De esta manera, entra la famosa escena de la cueva, tal vez la única que valga la pena en toda la película, de no ser porque la llamarada convocada por Dumbledore prefiere actuar como barrera para dejar a los Inferi al alcance de los magos, que al revés. Bueno, no se puede pedir mucho, y esa pequeña dosis de acción resulta un excelente calentamiento para lo que se aproxima.
Dumbledore queda medio loco y debilitado por los sucesos de la cueva, y ambos regresan a Hogwarts para descubrir que algo anda mal... por lo que Dumbledore le pide a Harry que se esconda en el piso de abajo (parece que el sí uso su correa de castigo en el muchacho). Al final de cuentas, cuando Snape le da el golpe de gracia, empieza otro silencio (como el de Sirius), mientras Dumbly cae por la torre hasta chocar contra el piso. Y... nada, no pasa nada.
Salvo un poco de destrucción por parte de la Lestrange, el resto del "escape" se hace en silencio, en fila india y completamente en orden, vamos hasta parece que Snape los puso a "guardar distancia por tiempos". El único que decide perseguirlos es Potter, pero se ve imposibilitado ante el talento y poder de Snape. El pérfido le revela que él es el Príncipe Mestizo antes de marcharse, y Harry se queda anodadado.
Finalmente, se da la alarma y todos los alumnos salen a ver el cadáver de Dumbly, que yace en uno de los patios. Llorando, revelan un "homenaje" con sus varitas, despejando la Marca Tenebrosa que se impuso al asesinar a Albus. Así, la batalla y el funeral se omiten de una historia que marcaba a éstos como puntos clave dentro de su estructura. Sin ellos, el suspenso abierto para Las Reliquias de la Muerte se queda incompleto, insípido, al igual que el resto de la película.