La moda de películas ubicadas en la frontera parece estar en su apogeo, con los estrenos de No Country For Old Men, La Misma Luna, y otras por ahí. Esta vez, una película mexicana asalta la pantalla grande, y se trata del drama de migrantes, Sangre de mi Sangre. La trama se centra en un ladronzuelo y estafador que, por razones desconocidas, se mete en problemas y se tiene que fugar hacia Nueva York. Ahí se hace amigo de un joven que va a conocer a su papá, sólo para robarle la identidad y suplantarlo al llegar a Nueva York.
Lo que me sorprendió fue la actuación de Armando Hernández, que si bien nunca sale de la línea de vago/asaltante/pandillero, esta vez retrata a la astucia en disfraz. La manera en que confecciona su plan y se monta distintas máscaras dependiendo de la situación y la persona con la que esté, lo convierte en un personaje creíble y auténtico. Por su parte, Jorge Adrián Espíndola no deja de mostrarse confundido y abatido, una rata solitaria en un mundo que ni siquiera entiende. Lo entrañable de su personaje es que trata de mantener sus valores éticos en un mundo donde todos tienen un precio, y que finalmente se ve obligado a degradarse. Jesús Ochoa complenta la terna de talento, cargando a su personificación con una emotividad disfrazada, una hombría tal que no se apena de coser flores para sacar más dinero. Paola Mendoza representa el antagonismo, la prostitución de las personas que luchan por mantenerse vivas en las calles traicioneras de Nueva York.
Un acierto de la película y que la hace más creíble es que limitan el área de acción a Brooklyn, y al menos te quedas pensando "por lo menos no lo pusieron a buscar en toda la ciudad".
Lo negativo es que á pesar de tener un ritmo rápido, las escenas se vuelven cansadas y repetitivas a la mitad, ya que te muestran un aproximado de tres días en los que los personajes se enfrentan a la misma situación devaulándose o evolucionando. Ese punto, a pesar de ser bueno porque te muestran el crecimiento de los personajes, hace que el tiempo dedicado a la resolución del conflicto se dé de una manera muy abrupta, un tanto forzada y predecible.
En general, vale la pena ponerle atención a Armando, que presenta un protagonismo simple a primera vista, pero complejo y manipulador por debajo de la superficie. Claramente, una gran personificación de un antagonista que sabe cómo salirse con la suya.
Resalta también la traducción el título en "inglés" (Padre Nuestro), por el de "español" (Sangre de mi Sangre). Es de esos casos raros en los que la traducción es irrelevante, pero donde funciona de ambas maneras.