Ya muchas flores tiene esta película como para convertir esta entrada en una laguna de odas y aplausos. Es cierto, Aronofsky lo ha hecho de nuevo. Sorprendió a diestra y siniestra con su oscura interpretación de la historia de "El Lago de los Cisnes", situada en el contexto tras bambalinas, presentando el mundo de las bailarinas y los conflictos que surgen de la rivalidad, el anhelo y la presión.
El Cisne Negro es un trip total. Uno que el director pretendió elaborar como una secuela indirecta a su entrega anterior, "El Luchador" (que a la vez significó la reivindicación de Mickey Rourke). Uno que evoca más a un Réquiem por un Sueño que a una cinta sobre ballet. Un descenso a la locura en espiral. Con plumas negras, cuellos alargados, y rodillas de aves.
Burlas, fantasías, pesadillas, alucinaciones, obsesiones, frustraciones, y otros ingredientes más cocinan esta receta de locura perfecta en un marco que cobra vida gracias a una oscilante banda sonora que evoca el soundtrack de la fuente de inspiración.
Natalie Portman, completamente ajena a la otrora personificación de Padme Amidala, o de la loquita chavita que se enamora de Zach Braff en Tiempo de Volver (Garden State), ejecuta a la perfección a una muñeca de porcelana rota por dentro, una mariposa psicópata en las últimas etapas de la crisálida, a punto de despertar convertida en una mariposa darketa sin amor ni compasión.
Metáforas no tan metafóricas
Algo en detrimento de la cinta son los obvios simbolismos que pretende manejar. Aparte del marcado cambio que paulatinamente muestra el personaje de Nina durante el transcurso de la cinta, Arronofsky planta numerosos recursos visuales que dan a entender la metamorfosis de una manera más, ehm, directa.
Esto, a pesar de resultar fascinante en cuanto a detalle, termina por disminuir el trabajo de análisis del espectador. Finalmente, primero vemos a una Nina buena en traje blanco, luego a una Nina en problemas en un leotardo bicolor, y finalmente enfundada ya en su oscuridad, practicando completamente de negro. Es como si Darren quisiera complementar (tal vez por miedo a las capacidades histriónicas de la actriz) con todos los recursos posibles, el complicado proceso por el cual atraviesa el personaje trágico.
De una paranoia muy real
Lo que hay que destacarle al guión, es la cantidad de conflictos que maneja al mismo tiempo, sin que éstos se superpongan o lleguen a forzarse en algún momento. Veámoslo de la siguiente manera:
1. Nina vs. la madre.
2. Nina vs. la rival.
3. Nina vs. el director de la compañía de ballet.
4. Nina vs. la sombra de Winona Ryder (su personaje, vamos).
5. Nina vs. la complejidad del personaje a interpretar, y bailar.
6. Nina vs. ella misma (sus miedos, su confianza).
Todos estos choques la dejan en un constante estado de persecución, de miedo irracional que inexorablemente quiebran su ya maltrecha racionalidad y la terminan convirtiendo en un verdadero Cisne Negro.
Momento a destacar.
Sin duda, hay dos.
1. La catarsis que culmina con la escena lésbica en su cuarto, por las múltiples lecturas que se le pueden dar. Incluso hay quien asegura, a partir de esta escena, que Nina era abusada sexualmente por su madre.
2. El final. Sin duda, al completarse la metamorfosis, al desprenderse de sí misma y envolverse en la visceralidad necesaria para poder cumplir a cabalidad con el doble papel encomendado, Nina termina por darse el mismo final que el de la Reina Cisne, pero, para su ya quebrada mente, el final no podía ser de otra manera.