Gracias al cielo por haber traído esta película en DVD, ya que, si fuera por las distribuidoras de cine en nuestro país, hubiera muerto sin verla. Así, sin exagerar. Llevo esperando esta película desde que supe de su existencia, hace poco más de un año, cuando comenzó a recolectar premios en distintos festivales, y el nombre de Fernando Eimbcke volvió a sonar en los medios de comunicación como uno de las promesas actuales en el séptimo arte mexicano. Su película anterior, la ópera prima Temporada de Patos me gustó desde un principio, aunque tardé en darle unas dos lecturas más para agarrarle la onda por completo. Y es que sus propuestas pueden resultar algo confusas y vacías en un principio, al ser Eimbcke un director que gusta más de transmitir mensajes mediante silencios y gestos, que con encuadres y diálogos intrincados. Sus historias deben complementase con un alto grado de observación por parte del espectador. Cada encuadre está ahí con un propóasito, cargado de detalles que dan cuenta del ambiente que viven los personajes, complementándolos con detalles que se omiten en forma verbal.
Esa es una de las razones por las que sus cintas han pasado de cierta manera inadvertidas para la mayoría de los mexicanos. Las audiencias esperan que una película mexicana tenga:
a) Drogas.b) Sexo.
c) Millones de groserías.
d) Historias tristes sobre la vida urbana.
Sin embargo, también son esos los puntos que terminan abucheando cuando salen de la sala. Comentarios como "muchas groserías ¿no?", o "¿y que caso tiene que se encuerara?" son habituales luego de haber contemplado El búfalo de la Noche, por ejemplo. Y es que resulta risible la manera en que esperamos y demandamos algo de nuestro propio cine para después quejarnos por la presencia de dichos elementos.
Pero cuando llega una película que de plano no contempla los puntos anteriores, entonces la gente ladea la cabeza y se frustra en un vano intento por comprender la historia. Lo mismo que pasó en Temporada de Patos (en apariencia nada), es similar a lo que sucede con Lake Taore (nada). Aquí no hay conflictos externos con narcos, ni intrincadas persecciones en el Estadio Azteca, ni batallas entre estratos sociales, vamos , ni siquiera una tragedia romántica al estilo Romeo y Julieta. En apariencia, sólo tenemos a Juan, un adolescente que choca su coche contra un poste y debe repararlo antes de que sus padres se enteren. Listo, esa es la premisa, y más o menos el momento en donde incia su viaje.
Aquí es en donde entra la narrativa visual de Eimbcke, sencilla, con amplios panoramas filmados en el tranquilo Progreso, en Yucatán. Rompe los ejes desde las primeras tomas a proósito, dejando entrever el errático rumbo del joven, que se siente perdido y confundido en un lugar que ahora le es completamente desconocido, a pesar de que no es nada más que su propio pueblo. En su camino por arreglar el coche, se encuentra con un puñado de personajes igual o más perdidos que él, y que también necesitan de un empujón para vencer a sus propios fanatasmas.
En Lake Tahoe no queda otra opción mas que dejarte llevar y observar atentamente cada detalle presentado. Para el espectador promedio puede resultar un tanto difícil adecuarse al lento ritmo, los casi nunlos movimientos de cámara, los prolongados silencios, y la abundante presencia de negros entre transicones. Sin embargo, esto puede ser fácilmente olvidado si se logra conectar mentalmente con la atmósfera del lugar, pieza clave en la cinta, asimilándose como un espectador a distancia de los acontecimientos, sabiéndose parte del universo de Juan sin ser un actor que puede tomar parte en la historia. Eimbcke acerca a la audiencia a los personajes, marcando siempre una distancia, misma que no deja analizar a detalle las expresiones, actitudes y respuestas de los personajes ante los problemas presentados.
Las actuaciones son decentes, aunque el desempeño de los primerizos podrá notarse un tanto forzado, como el caso de David y Lucía, mientras que otros son un guiño ante el talento local existente en Yucatán, como el caso de Don Heber, interpretado por Htor Herrera, legendario en Yucatán (desconozco si en el resto del país sea tan bien ubicado como en este estado).
Diego Cataño (Moko en Temporada de Patos) regresa como el protagonista, desmepeñando muy bien su papel, logrando generar una verdadera empatía con el espectador. El verdadero viaje de Juan comienza cuando se ve casi casi "forzado" a salir de su tormento personal y compenetrarse con los demás personajes, y es hasta que sale de su egoísmo cuando la madurez personal le permite avanzar. Su relación con cada uno de ellos encierra un aprendizaje que lo acercará cada vez más a la liberación personal, por ende, hasta el perro Sica es vital para la historia.
Diego Cataño (Moko en Temporada de Patos) regresa como el protagonista, desmepeñando muy bien su papel, logrando generar una verdadera empatía con el espectador. El verdadero viaje de Juan comienza cuando se ve casi casi "forzado" a salir de su tormento personal y compenetrarse con los demás personajes, y es hasta que sale de su egoísmo cuando la madurez personal le permite avanzar. Su relación con cada uno de ellos encierra un aprendizaje que lo acercará cada vez más a la liberación personal, por ende, hasta el perro Sica es vital para la historia.
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